- Reconócelo, nunca habías sentido esto.
- ¿qué quieres decir con "esto"?
- Es la primera vez que no tienes el poder en una situación, y te jode.
- No es cierto. Ha habido más veces que no he tenido el poder.
- Sí, pero en todas esas situaciones, has conseguido recuperarlo. ¿Podrás esta vez?
- No lo sé.
- Estar contigo, realmente es como jugar con fuego. Es muy difícil complacerte y no quemarse.
- Quizá por eso valgo la pena.
- Quizá. Pero te conozco, y sé que debes estar muriéndote de ganas de recuperar el control.
- Touché.
- Déjale que lo disfrute un poco más.
- ¿Y después?
- Lo recuperas y haces con él lo que quieras, como siempre.
- Me gusta una de cal y una de arena, si siempre tengo el control, me aburro.
- Cierto. Pero nunca te lo habían arrebatado tanto tiempo. Me sorprende lo mucho que estás aguantando.
- Sí, a mi también. No estoy acostumbrada.
- ¿Era lo que querías, no? ¿Vivir cosas nuevas? Pues ahí lo tienes.
- Pero no lo quería así.
- Si hubiera sido de otra forma, quizá nunca habrías conocido el amor.
- Tienes razón.
- ¿Cómo no iba a tener razón? Soy tú, ¿lo recuerdas? Sé todo lo que piensas.
- Eres la maldita narradora autodiegética de mi historia.
- Más bien soy el flujo de conciencia de la historia. Si Delibes, Woolf o Joyce levantaran cabeza…
Y ahora deja de mirarte y hablar sola, acaba de vestirte, que para variar, ¡ llegas tarde!
Y así transcurren miles de conversaciones frente al espejo.